Entrevista a Mònica Terribas en la revista Tot Barcelona. Realizada por Sílvia Borroso.
Mònica Terribas (Barcelona, 1968) ha traido uno de los programas de análisia informativa de más éxito de TV3, La nit al dia, ha dirigido Televisió de Catalunya, ha sido editora y consejera delegada del periódico Ara y, desde 2013, dirige El matí de Catalunya Ràdio. Además, es profesora de la Universitat Pompeu Fabra. Hace años que reside en el Vallès -Ha vivido en Bellaterra y en San Cugat- pero todavía pasa gran parte del día en Barcelona. Por eso, la invitamos a un Vermut Miró mientras hablamos de la ciudad.
¿Te sientes barcelonense?
No mucho. Quiero mucho a la ciudad. Nací y viví en ella de pequeña y joven. Pero soy muy de pueblo. Llevo los genes de la familia de mi madre y soy muy de pueblo. Me gusta estar en un entorno que conozca, poder saludar a todo el mundo. La gran ciudad hay momentos que me agobia.
Aunque no vivas en ella, ves salir el sol cada día en Barcelona.
Eso sí. Entro cerca de las cinco de la mañana. Veo la ciudad vacía. Voy paseando por las calles y pienso que hay gente durmiendo. Pienso en la vida de la gente que vive en los lugares por los que paso. Cuando vuelvo a salir estoy en la locura del tráfico. En cambio, de noche, visitar la ciudad tranquila y silenciosa te hace pensar en el tipo de gente que vive allí.
Hace seis años que lo haces. ¿Cómo se aguanta eso de empezar a trabajar a estas horas?
El cuerpo se acostumbra. Es verdad que vas cansa, pero el cuerpo se acostumbra a todo.
I debes decir eso de «compensa»…
Es que nos ha tocado vivir en una época en que no puedo plantear-me que no haya valido la pena. Los últimos diez años de nuestra vida como periodistas son muy atípicos. Ahora no nos damos cuenta pero somos unos privilegiados observando todo lo que ha pasado desde el punto de vista del reto democrático, de los derechos fundamentales. Yo creo que todavía no somos del todo conscientes. Hemos empalmado la crisis económica con la crisis política. Las dos cosas han situado la sociedad en clave de activismo. Gente que no se había involucrado nunca en la vida social ahora lo hace. Y sí, el horario de la mañana es complicado, pero más complicado es para personas que están en un trabajo precario salir del trabajo y ir a una entidad social a colaborar. No puedes medir lo que vives en términos de cansancio, porqué periodísticamente es la etapa más intensa de la Transición, no te permite decir que «estas cansado».
¿Crees que los periodista lo están haciendo bien? Ya que piden autocrítica a los políticos…
Creo que estamos cometiendo errores. Porque es muy difícil explicar un conflicto que afecta a lo que más quieres. No es lo mismo que cubrir un conflicto entre Vladímir Putin y Donald Trump. Lo que hemos hecho bien los medios de Cataluña, y que no han sabido hacer los españoles, ha sido explicar este conflicto desde el 2003, desde la gestación del Estatuto. En cambio, los medios estatales se incorporaron al discurso del conflicto en Cataluña en el 2014, con el 9-N. Once años más tarde. Primero se dedicaron a decir que era un soufflé, que no pasaba nada, que era para tapar la corrupción del pujolismo y la crisis. Y cuando empiezan a explicar el conflicto solo hablan de legalidad, no del problema político de fondo. En cambio, los medios públicos y privados catalanes hablan del conflicto político, de la legitimidad. ¿Lo hemos hecho perfecto? No. Hay cosas que han pasado en medios de aquí que han sido la reacción al relato que se ha producido en España. Y en algunos casos, como generaba audiencia, hemos hartado al espectador y al oyente de política. No para adoctrinar, sino por audiencia.
Ahora vienen elecciones municipales, y en Barcelona se reflejará todo esto. ¿Temes una campaña dura, incluso sucia?
No será sucia. Creo que los perfiles de candidatos no lo son. Yo siempre confío en la ética de los líderes. Ni Ada Colau, ni Ernest Maragall, ni Neus Munté, ni Ferran Mascarell, ni Manuel Valls no van a ir a sacar partido de cosas sucias. No son este perfil político. Puedes estar más o menos en desacuerdo con ellos pero ninguno de los que se presentan son gente que éticamente se haya planteado hacer uso de la porquería. Otra cosa es que la fragmentación lleve a una negociación más dura en el momento de los pactos, o incluso que en marzo haya movimientos estratégicos para poder sobrevivir a tanta fragmentación antes de las elecciones.
Esperas una gobernabilidad difícil en el Ayuntamiento de Barcelona, más de lo que ya ha sido este mandato?
Mucho. Creo que ninguno puede tirar hacia adelante su proyecto en un mandato. Aplaudo a la CUP por su capacidad de hacer crecer talentos nuevos en cada legislatura pero un proyecto de transformación social no es posible hacerlo en un único mandato. Esto, en caso de las municipales todavía es más difícil, porque la figura de la alcaldía es una figura de mucho contacto con el ciudadano i la gente focaliza en el alcalde o alcaldesa. Un mandato no es tiempo suficiente para hacer nada. A esto se le añade el hecho que son partidos, algunos de ellos, que no han hecho nunca política institucional, y es doblemente complejo. Creo que la vara de medir que se ha aplicado Ada Colau es bastante más dura que la que se hubiera aplicado a un partido tradicional. Un poco por eso de «vienen de fuera para quitarnos las instituciones». En el imaginario colectivo de los partidos tradicionales hay esto. Algunos lo verbalizan y otros no. Pero piensan lo mismo.
¿Hi ha influido que sea una mujer?
Creo que tiene personalidad propia y nadie lo ve como una cuota. Te pesa el ser mujer cuando los demás te ven no por méritos propios sino porque imaginan que alguien te ha colocado allí. No es el caso de Ada Colau. Tampoco era el de Anna Gabriel. Si que le ha pasado a Inés Arrimadas, la dejaron allí cuando el otro hizo el salto hacia España y lo ha tenido que demostrar todo doblemente. Pero a Ada Colau lo que le pasa es que salía de la calle para entrar en las instituciones. Y el poder no está nada acostumbrado a cambiar las dinámicas. Otra cosa es que lo haya acertado más o menos. Pero hay una Barcelona ordenada a la cual le incomodan las alternativas. También ha influenciado la manera frágil con la que llegó donde está, como tumbó a Xavier Trias, por la vía aritmética y no por la faena que hizo, no se le juzgó con justicia. La ciudad es muy difícil, y no es lo mismo gobernar en tiempos de bonanza, cuando no había crisis económica ni política, que ahora. No tiene nada que ver lo que han pasado Xavier Trias y Ada Colau con las etapas anteriores.
Todo el mundo echa de menos Pasqual Maragall…
Sí, pero en su época no había conflicto institucional macro.
La era del oasis catalán.
Es que hablamos de la capital de Cataluña, una de las puntas del negocio turístico a nivel europeo, un punto de referencia desde el punto de vista del negocio. En medio de un conflicto político donde ha habido violencia, donde hay presos, donde hay movilizaciones, donde hay amenazas terroristas. No es lo mismo gestionar esto que la Barcelona olímpica. O hacer la transformación olímpica, que tiene todo el mérito del mundo, pero que no estábamos mirando a ver si Barcelona volvería a ser la rosa de fuego. Y ahora estamos en una época en que la política es muy poco generosa con el otro. Es muy injusto. Tu puedes estar o no de acuerdo con el otro, pero tendríamos que ser capaces de respetarnos y no ir en seguida a la descalificación, al insulto. Es muy difícil hacer política en Barcelona en un momento como este, de tanta agresividad. Mònica Terribas: «En algunos casos, hemos hartado al espectador y alalguns casos, hem afartat l’espectador i l’oient de política. No per adoctrinar, sinó per audiència»
Decías que hay una Barcelona ordenada que le cuesta aceptar el cambio de parámetros. ¿Pero crees que el equipo de Colau ha digerido bien el paso del activismo a la política institucional?
Es que la gente que habla de activismo en según que sentido no entiende la política como la entiendo yo. Política es trabajar para los otros, desde la calle hasta la institución. No es solo el activismo de la pancarta. Otra cosa es que las personas que se dedican a la política sean capaces de sentarse en una mesa para hablar de los problemas complejos con interlocutores complejos sabiendo que no van a llegar a acuerdos simples. No tiene que ver con si eres activista o eres político. Tiene que ver con el hecho de si te sientes consciente de lo que significa gobernar una institución que tiene unos contratos y derechos adquiridos con terceros y que esto te lo encontrarás encima de la mesa el día que llegues y te lo tendrás que comer con patatas.
¿Y crees que lo han procesado bien?
Creo que es un aprendizaje. Es como cuando formas parte de una redacción y no has mandado nunca, y todo el día criticas a los jefes. Hasta el día que te toca a ti gestionar al personal, entonces dices «ah, sí, sí, era por eso…». Es muy difícil decir que todo esta muy mal hasta que no te metes en ello. Me fío más de una persona que se que ha montado una estructura, la PAH o lo que sea. Xavier Trias había hecho política desde la base y después fue consejero. Sabía lo que era hacer política entendida como a «como solucionamos esto y como hacemos eso o lo otro». Y Colau era una persona que había formado parte de una organización que solucionaba problemas colectivos. Yo prefiero esto que no que me baje un santo del cielo y me diga que é lo solucionará todo.
Sea quien sea el próximo alcalde o alcaldesa, ¿qué le pedirías? ¿Qué necesita urgentemente Barcelona?
Lo más importante ahora es alguien que sepa sumar. Y no solo entre las fuerzas políticas que pueden llegar a gobernar, sino con las diferentes sensibilidades de esta ciudad, que tiene muchas caras. Barcelona es mágica porque tiene el motor turístico, con todos los inconvenientes que deben estar asumidos por la gente que vive en zonas turísticas, nadie puede ser feliz al cien por cien. Sis hay autocares en la Sagrada Familia y vivo allí, a cambio veré como se construye la torre. También tenemos que pensar en integrar más la zona norte, que si no acabaremos perdiéndola. Y el 22@ también. Si no lo convertimos en un barrio se puede convertir en otra cosa que no tendrá nuestra identidad. No nos gustan los barrios fantasma que solo funcionan unas horas al día y de lunes a viernes. Nos gusta ir al café. Que haya de todo. Somos mediterráneos.
Una ciudad mediterránea en conflicto con las terrazas…
Yo las priorizaría al 100%.
En París, con el frío que hace, hay muchas más…
Hay una cosa que no acabamos de entender. Si tu quieres vivir en Barcelona, ventajas e inconvenientes. Estás en una de las ciudades europeas más importantes. Con teatros, con mar, con tiendas especializadas maravillosas, callejuelas. Lo tienes todo. Y hay algunas cosas que son un poco incómodas. Quizás querrías que las terrazas a tal hora estuvieran cerradas. Y quizás quieres que suenen las campanadas. Mala suerte si vives delante de la Catedral. Hay cosas que tenemos que pactar. Hablemos, pero no quitemos las terrazas porque son el 89%, por no decir el 90%, del espíritu mediterráneo. Nuestra gente es menos agresiva que la gente del norte porque sale y se relaciona. ¿Por que la novela negra triunfa en tantos países nórdicos? Seguro que hay estudios que demuestran que estar muchas horas encerrado con mal tiempo tiene efectos sobre el estado anímico. Y nosotros tenemos la suerte de vivir en un país en el que salimos a la calle, paseamos, nos encontramos con gente… Las terrazas son así. Las terrazas son esto. Son una inversión pública en salud colectiva.
El gran problema de Barcelona es el precio de la vivienda.
Esto solo se soluciona con normas severas. Cogiendo a las entidades financieras y las inmobiliarias y estableciendo grandes pactos de estado. Se deben proteger las identidades de los barrios y no puede haber gentrificación como está sucediendo. No tenemos en cuenta que la gente del barrio es la que aguanta la asociación de vecinos, las ayudas a la gente con riesgo de exclusión, las actividades extraescolares. Si expulsamos a los jóvenes de los barrios donde quieren vivir, que es donde han vivido sus padres, donde tienen la familia y referentes, nos cargamos la continuidad de las ciudades. Es un problema mayúsculo. Debería ser prioritario. Nos quejamos mucho del turismo. Si resolviésemos bien esta cuestión y que nuestros jóvenes no tuviesen que irse de los barrios, no habría tanta presión de los pisos turísticos.
¿Y esto se puede hacer a nivel municipal o pasa por el Estado?
Se debe hacer un pacto de estado de vivienda de las grandes ciudades.
¿Pero pasa por dar a la ciudad margen para autoregularse?
No, porque entonces todo dependería del color de cada ayuntamiento. Eso tiene que ser estructural. O se hace eso o se acabará perdiendo la magia de las ciudades europeas como creo que todavía tienen Barcelona, París, Berlín o Viena. Ciudades que consiguen conjugar la historia con la vida de cada día. Es una ecuación difícil, pero creo que se puede hacer.
«En casa tengo vermut, pero lo saco cuando viene gente»
Las tapas del Velódromo y un vermut Miró. Esta es la combinación ganadora que compartimos con Mònica Terribas el día que le hicimos la entravista. La periodista explicó que, como mucha gente, encuentra un sentido social al hecho de hacer el vermut. «Tomo vermut cuando salgo y hago unas patatas bravas con gente», dice. Y añade: «En casa tengo vermut, pero lo saco cuando viene gente». «Creo que de la misma manera que está pasando con la cerveza artesana, el vermut irá a más», pronostica.